Ya dejamos atrás la estación estival y comenzamos con ilusión el nuevo curso 2016-2017, aunque la formación para el sacerdocio no se ha interrumpido durante el verano. Más bien el verano es un tiempo en el que el seminarista, lejos de la disciplina del seminario, sin el estímulo del grupo ni de los horarios, tiene que ejercitar su libertad para crecer en todas las virtudes humanas y cristianas, morales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza) y teologales (fe, esperanza y caridad). Porque antes que seminaristas somos cristianos, y como tales, queremos amar cada día más a Jesús y a María.
Vacaciones de verano no significa cese de actividad formativa sino hacer otras cosas: trabajos, campamentos, lecturas, ratos largos ante el Sagrario, colaboración en la parroquia… Nuestro santo patrono santo Tomás de Villanueva, modelo de sacerdote para nosotros, nos estimula con su ejemplo a venderlo todo para comprar la perla preciosa del esfuerzo cotidiano, de la oración y del amplio abanico que servicio sacerdotal realiza para los hombres y mujeres.
El nuevo curso comenzó con cinco días de ejercicios espirituales que nos impartió el sacerdote claretiano Salvador León Belén. Fueron unos días de paz y de gracia en los que el Señor nos bendijo con sabrosas meditaciones y con las orientaciones y consejos que cada uno recibimos en las conversaciones privadas que manteníamos con Salvador. Todos salimos muy edificados y con ardientes y renovados deseos de proseguir nuestro camino de unión con Dios en la vida sacerdotal secular.
Encomendamos este nuevo curso a María, Madre Inmaculada y siempre virgen, a santo Tomás de Villanueva y a san Juan de Ávila, nuestros modelos y patronos, para que este curso sea un tiempo de crecimiento en la vida de la gracia. Y nos encomendamos a vuestras oraciones.