Ante el llamamiento del Sr. Obispo de Ciudad Real D. Emeterio Echeverría Barrena a la Superiora General Madre Alicia Bardales, de la necesidad que tenía de una comunidad religiosa para ocuparse de la atención del Seminario Diocesano de esta ciudad, dicha Madre Alicia, aceptó la invitación y misión, teniendo en cuenta el bien de la Iglesia de Ciudad Real. Madre Teresa y sus hijas en Astorga, se ocuparon de lavar la ropa a los seminaristas pobres. Aunque este no es el fin y carisma de la Congregación; la fundadora, Madre Teresa Rodón, creó la Congregación para atención de las presas ingresadas en las cárceles y la educación y manutención de sus hijas, así como otras niñas abandonadas por distintas circunstancias, para que esta labor se desarrollase y cumpliera todos sus objetivos, edificó colegios y centros sanitarios.
Con este motivo el día de Ntra. Sra. de la Merced (24-IX-1945) vinieron cinco religiosas al Seminario para formar la Comunidad. La superiora era Sor Aurora Ramírez, y las hermanas eran Sor Ángeles Castro, Sor Felicidad Mina, Sor Brígida Olabarri y Sor Faustina Espina.
Dicha Comunidad a partir de entonces residieron en el Seminario acompañando, con su ser y su hacer, a la formación de los seminaristas, misión que ha querido ser prolongación de la que tuvo la Virgen María sobre la tierra con Jesús, el Salvador, y sus Apóstoles.
«¿Cuál es vuestra forma de vida?»
Vivimos la consagración a Dios a través de la vida en comunidad, pobreza, castidad y obediencia al estilo del Señor Jesús. Como el salmista, hemos sentido su llamada: El Señor es el lote de mi heredad y mi copa ¡Me encanta mi heredad!
Diariamente rezamos Liturgia de las Horas y tenemos un tiempo de oración personal. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana, como acción de gracias, alabanza e intercesión al Dios Trinidad y sacrificio unido al de Cristo en la Cruz.
Componemos la Comunidad tres Religiosas, que nos ocupamos de distintas actividades dentro del seminario –como madres en la familia- para que todo funcione para el bien de los sacerdotes y seminaristas.
Nos gustaría seguir muchos años y nos preocupa la falta de vocaciones para continuar la obra, por eso debemos rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, para el bien de la Iglesia y de la humanidad necesitada».