
El domingo 16 de marzo y el 19 de marzo, San José, celebramos el Día del Seminario. El rector del Seminario nos habla de la campaña, este año con el lema Sembradores de esperanza, que nos invita a «confiar en el Señor, que no defrauda, orar por las vocaciones y procurar el encuentro entre el Seminario y los jóvenes de nuestras parroquias para que no falten los sacerdotes que sigan llenando de esperanza nuestra Iglesia y nuestro mundo».
La fiesta de san José vuelve a traernos la celebración del Día del Seminario. Desde el Seminario vivimos esta jornada como una oportunidad para agradecer la cercanía y la ayuda que la Diócesis da a los seminaristas, a los trece del Seminario Mayor y a los seis del Menor. En la misma medida, esta celebración supone para la Diócesis una llamada a reavivar la preocupación por el Seminario y las vocaciones sacerdotales.
Podemos pensar en esta relación entre Diócesis y Seminario con la ayuda del lema de la campaña de este año: Sembradores de esperanza. Es verdad que la expresión alude ante todo a la misión de los sacerdotes: ser testigos de la presencia del Señor en la vida humana y sus diferentes situaciones, llenando de esperanza el corazón. Por eso, podemos llamar «sembradores de esperanza» también a los seminaristas, que representan una esperanza para toda la Iglesia diocesana: con su respuesta al Señor nos animan a todos a vivir nuestra propia vocación con valentía.
«Los seminaristas llenan de esperanza a la Iglesia, y son también un signo que muestra nuestro nivel de esperanza teologal. Dicho de otra manera, solo puede haber seminaristas en una Iglesia esperanzada»
Pero, sobre todo, podríamos entender que la expresión del lema se refiere también a todos los cristianos, y considerar que todos debemos ser llamados «sembradores de esperanza»: se nos anima a sembrar esperanza, a sembrar desde la esperanza, y eso en el contexto del día del Seminario significa suscitar vocaciones en nuestras comunidades. Solo si tenemos esperanza podremos ser sembradores de la vocación.
Los seminaristas llenan de esperanza a la Iglesia, y son también un signo que muestra nuestro nivel de esperanza teologal. Dicho de otra manera, solo puede haber seminaristas en una Iglesia esperanzada. Una propuesta directa a adolescentes y jóvenes a que consideren participar en la formación del Seminario, para descubrir allí su vocación cristiana, solo puede venir de comunidades parroquiales, sacerdotes, familias y educadores cristianos que viven la esperanza, la confianza en el Señor que no defrauda.
El Jubileo nos invita a la esperanza. Pues bien, una gran manifestación de esperanza consiste en hacer la propuesta vocacional y ofrecer a los jóvenes el camino de la vocación sacerdotal. No necesitan de entrada una convicción vocacional evidente; simplemente se requiere confiar con alegría en que el Señor llena el corazón humano. En el Seminario encontrarán un camino de conocimiento personal y de amistad con Jesús que les permitirá conocer su vocación cristiana y responder con libertad.
El Día del Seminario, en el marco de este año jubilar de la esperanza, nos pide confiar en el Señor, que no defrauda, orar por las vocaciones y procurar el encuentro entre el Seminario y los jóvenes de nuestras parroquias para que no falten los sacerdotes que sigan llenando de esperanza nuestra Iglesia y nuestro mundo.
Por Juan Serna Cruz


