¡Muy buenas! Soy Gabriel, un joven de 23 años de El Torno; estoy estudiando 5.º de Teología en el Seminario Diocesano porque quiero crecer junto a Dios para un día ser sacerdote. Hoy me aventuro a compartir contigo mi vocación y, con ello, te animo a que descubras la tuya, a plantearte qué te está pidiendo Dios; descubrirás la felicidad.
Mi vocación es fruto de un proceso largo en el que Dios se ha servido de personas y experiencias para sembrarla y cultivarla. Una de las experiencias principales ha sido el Encuentro David, con el que conocí el seminario, a los seminaristas, las actividades que se realizaban y el ambiente que se respiraba. Todo esto y el testimonio del cura de mi pueblo me llamaba la atención, provocando en mí que quisiera entrar al seminario.
Durante estos once años he ido descubriendo qué es lo que me pedía el Señor. No ha sido una tarea fácil, pero si lo he conseguido ha sido gracias a los formadores y sacerdotes que me han ido acompañando, a mi familia, a mi parroquia, los compañeros y profesores etc., pero sobre todo ha sido gracias al encuentro con el Señor en la oración, que me lleva a querer responderle con la propia vida.
Acabo invitándoos a que sembréis vosotros también la semilla de la vocación, comenzando por vuestros hijos, nietos y jóvenes de catequesis; pues vosotros sois instrumentos de Dios, pero también con vuestra oración.
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Me llamo Diego, tengo 23 años y soy de Manzanares, de la parroquia de la Asunción de Ntra. Sra. Actualmente estoy cursando 4.º de Teología; este es mi noveno año en el Seminario Diocesano. En estas líneas voy a intentar contaros cómo el Señor, a lo largo de todos estos años, ha ido suscitando en mí su llamada al sacerdocio.
Todo surge siendo yo muy pequeño, justo después de recibir la primera comunión. Con tan solo 8 años fui animado por mi abuela Encarna y por mi anterior párroco, Luis Gallego, para ser monaguillo. Yo conocía a Jesús igual que cualquier otro niño de mi edad que iba a catequesis; sin embargo, Él se fijó en mí sin yo percibirlo en ese momento y, así, fue atrayéndome, seduciéndome y manteniéndome muy cerca de Él. Primero como monaguillo y después de unos años, me pidió una entrega más adherida: la de entrar en el Seminario para seguirle de una manera más íntima y descubrir lo que Él quería de mí.
Así es como entré. Y en estos nueve años que llevo solo puedo estar enormemente agradecido al Señor por el gran regalo de sentirme llamado por Él al sacerdocio, a pesar de mis debilidades. Han sido muchas las personas que me han ayudado en este camino de discernimiento, desde los formadores y sacerdotes que me han acompañado hasta los compañeros y amigos más cercanos.
Finalmente, deciros que este paso precioso del Rito de Admisión supone para mí una confirmación de mi vocación por parte de esta Iglesia de Ciudad Real, en la que he nacido; además de un impuso a renovar mi entrega y fidelidad por este camino que el Señor ha querido para mí. ¡Muchas gracias por vuestras oraciones!
¡Hola hermanos! Mi nombre es Pedro Julián, tengo 29 años, soy de Ballesteros de Calatrava y estoy cursando quinto de Teología.
La vocación es el mayor regalo que Dios nos hace y en la respuesta a esa llamada está la clave de la felicidad, por ello, con mucha alegría, os voy a contar brevemente mi relato vocacional.Dios, desde el primer momento, ha tocado mi corazón a través de mi familia, especialmente mis abuelos. Mi abuela Isabel me enseñó a rezar y mi abuela Visitación, junto con mi abuelo Fernando, me enseñaron la importancia de ir a misa.
Ya en mi juventud, con la llegada de los seminaristas a mi pueblo, mi fe recibió un impulso importante. Una noche con los jóvenes de catequesis, viendo la película de la vida de san Juan Pablo II, de forma espontánea dije: «Creo que Dios quiere que sea cura». A raíz de esa afirmación, comencé a pensar por qué dije eso y cuál era la vocación que Dios quería para mí.
Fui rezándolo con respeto y algo de temor, ya que me daba miedo pensar que Dios me quería para servirle en el sacerdocio, pero el Jueves Santo, ante el monumento, Dios cambió todos mis planes. Sentí una mayor presencia de Él, que me invitaba e impulsaba a responder sí.
Después de estos inicios, mi vocación ha pasado por diversos momentos, en todos ellos he sentido el amor y la misericordia que Dios nos tiene. ¡Un abrazo a todos!
Hola a todos. Me llamo Miguel, tengo veintiséis años y soy seminarista de sexto de Teología. Hablar de mi vocación es hablar de cómo Dios se ha ido haciendo presente en mi vida a través de personas, lugares y acontecimientos en los que me ha ido mostrando al sueño que tiene para mí.
Aunque soy natural de Puerto Lápice, soy vecino de Villanueva de los Infantes y mis primeros pasos en la fe y en la vocación han sido allí: en el Colegio Sagrado Corazón y en el coro parroquial. Después de quedarme fascinado por la labor del sacerdote decidí entrar en el seminario en tercero de la ESO, donde estuve hasta tercero de teología. En ese año interrumpí la formación y estuve dos años estudiando Magisterio y muy acompañado por la parroquia de San Pedro de la capital y el grupo de jóvenes y scouts que se convirtieron en familia. Después de esos años, y gracias a la ayuda de sacerdotes, familias y amigos, retomé mi formación en el Seminario intentando responder a esa voz de Dios que me gritaba cada vez con más fuerza: «Déjalo todo y sígueme» (cf. Mt 19, 21).
Ahora me encuentro a las puertas de dar pasos definitivos y concretos en el seguimiento. Es verdad que el miedo muchas veces ciega la respuesta, pero, con el Apóstol, puedo decir: «Sé de quien me he fiado» (2Tm 1, 12) y estoy seguro de que el Señor nunca me va a dejar de su mano.